Ni el sofocante calor del verano madrileño pudo apagar el entusiasmo de los cientos de asistentes que llenaron el Jardín Botánico este domingo para bailar al ritmo del legendario Gilberto Santa Rosa. El artista puertorriqueño fue el gran protagonista de una velada cargada de sabor, emoción y conexión con un público entregado desde el primer compás.
Como parte del prestigioso ciclo de conciertos Noches del Botánico, Santa Rosa compartió cartel con el ecléctico Tito Ramírez en una noche de contrastes musicales, pero fue la salsa clásica del “Caballero de la Salsa” la que terminó por hacer subir aún más la temperatura en el recinto.
Con una impecable orquesta de 16 músicos y su característico carisma, Santa Rosa abrió el espectáculo con una seguidilla de éxitos que desataron la euforia de la audiencia. Temas como “La Agarro Bajando”, “Conciencia” y “Un Montón de Estrellas” fueron coreados y bailados con pasión, especialmente por los asistentes en pista, que a pesar del calor no dudaron en convertir el concierto en una pista de baile improvisada.
Desde las gradas, también abarrotadas, el público no se quedó atrás. Muchos se levantaron para acompañar con palmas, pasos de baile o simplemente dejándose llevar por el ambiente festivo que impregnó cada rincón del Jardín Botánico.
Santa Rosa no escatimó en agradecimientos. Reconoció el cariño del público español y tuvo palabras especiales para la comunidad latina residente en Madrid. En un gesto emotivo, saludó a los asistentes por nacionalidades, momento en el que los venezolanos destacaron con una ovación sonora y manos alzadas, confirmando su presencia mayoritaria y entusiasta.
El cierre fue apoteósico: una descarga final de salsa que se sintió como una celebración colectiva, donde músicos y público se fundieron en una sola energía. Hubo sonrisas, abrazos, pasos imposibles y una sensación clara: Gilberto Santa Rosa no solo ofreció un concierto, sino una experiencia que quedará en la memoria de todos los presentes.
Las Noches del Botánico vivieron así una de sus noches más cálidas, no solo por la temperatura, sino por la calidez de una salsa que sigue más viva que nunca.
