Mientras Isabel Preysler continúa en Miami con sus hijos Chabeli, Julio José y Enrique Iglesias y no tiene previsto regresar a nuestro país por el momento, evitando así dar la cara tras su polémica ruptura con Mario Vargas Llosa, el escritor hace frente día sí y día también a las nuevas informaciones acerca de los motivos que llevaron a la ‘reina de corazones’ a poner fin a su relación después de 8 años de amor.
Y es que en las últimas horas se ha asegurado que el peruano considera una “canallada” por parte de Isabel Preysler la filtración a través de su entorno cercano de supuestos episodios de celos durante su noviazgo para justificar su decisión de dar carpetazo a su vida en común, que habría tomado después de la discusión que protagonizaron el pasado 30 de noviembre cuando el Nobel le recriminó que hubiese llegado a casa de madrugada tras asistir a una fiesta con su hija Ana Boyer.
No es lo único que se ha dicho sobre la ruptura, ya que también hay quien sostiene que Isabel quería casarse para cobrar parte de sus derechos de autor, y ante la negativa de Vargas Llosa habría roto con él.
Informaciones que no están haciendo ninguna gracia al escritor que, visiblemente nervioso, ya no sabe qué hacer para evitar las preguntas de los reporteros apostados a las puertas de su casa en el centro de Madrid. Lejos de la simpatía que mostró en sus primeras apariciones, en las que negó que los celos fuesen el motivo del fin de su noviazgo, don Mario ha optado por guardar un sepulcral silencio.
Para intentar evitar las preguntas, pero no dejar sus rutinas diarias – que pasan por dar un paseo matutino por los alrededores de su domicilio – el Nobel usa como ‘escudo protector’ a una de sus empleadas de confianza que, visiblemente tensa, no ha dudado en empujar a las cámaras para proteger a su jefe, protagonizando un rifirrafe poco habitual en el siempre correcto Vargas Llosa, lo que refleja que no lo está pasando bien.