No es un disco de versiones. Tampoco un álbum inédito. Pero poco importan las etiquetas, y de nada sirven, cuando se trata de Luz Casal. En ‘Me voy a permitir’, el trabajo más ecléctico e inclasificable de su carrera, se concede el antojo de mostrar diez caras, tantas como canciones: diez actitudes, diez miradas, diez formas de entender el mundo. Se mueve con la libertad de quien ya no tiene que demostrar nada. Enseña sus cartas como dama de la chanson francesa y voz contemporánea del cancionero latinoamericano. Como cronista de lo cotidiano y rockera que jamás colgó los pantalones de cuero. Ya lo advirtió Pablo Guerrero: Luz puede acariciar como la seda o desgarrar como los colmillos de un animal herido. Capaz de cantar desde el despecho o la esperanza, canalla o luminosa, libérrima siempre.
Abre el disco ‘Nada es imposible’, título inspirado en el lema de la escritora Noah Higón, que padece siete enfermedades raras. «Cuando todos dicen ‘no puedes’, / yo lo intento el triple de veces», canta Luz en este hermoso corte, coronado por un brillante crescendo de metales. Es una de las cinco canciones originales de ‘Me voy a permitir’. Le sigue otra de las nuevas composiciones, ‘¿Qué has hecho conmigo?’, el tema de estribillo pegadizo y marcado carácter pop que sirve como carta de presentación del álbum.
Con ‘Bravo’ se mide a uno de los himnos más rotundos y oscuros del repertorio mexicano, una balada compuesta por Luis Demetrio que Luz, más sobria que teatral y bajo la producción de Renaud Letang, con quien ya trabajó en ‘La pasión’, convierte en una herida contenida, un reproche primero irónico («Bravo, permíteme aplaudir / por tu forma de herir mis sentimientos») y luego elevado a testimonio de orgullo y dignidad serena. Sin salir del país azteca, Luz se adentra en ‘Te mereces un amor’, de Vivir Quintana, una de las cantautoras más interesantes de la música latina. Su interpretación, de una delicadeza casi susurrada al principio, explosiva después, mezcla ecos de nana y ranchera, como si arrullara un consejo infalible antes de lanzarlo al vacío.
Diez canciones, diez piezas de un puzle con el que Luz, genuina y tentacular, ajena a la pirotecnia y los artificios, se permite no seguir más señales que las de su propio instinto, una libertad que le ha brindado la admiración del público, el respeto de la crítica y la complicidad de sus colegas, un triple reconocimiento que se produce en contadas ocasiones. Este nuevo trabajo, un puente entre pasado y futuro, certifica su doble condición de compositora intuitiva y talentosa e intérprete excepcional, capaz no solo de cantar sino de habitar las canciones, sean suyas o ajenas, y la confirma como uno de los mayores iconos vivos de la música europea.
